domingo, 22 de marzo de 2015

Rizando el rizo

Mi profesora de chino lleva el pelo corto a lo paje pero con rizos de caniche. Eso sí, se deja el flequillo liso como una tabla. Resulta muy extraño porque además siempre se planta una diadema dorada con pedrería delicada y brillante a modo de separación. Parece una niña sacada de los años 20 que va a hacer la comunión, solo que con 40 años y vestida de oficinista.  Es como para despedir a su peluquero que se ve que va a hacer daño, y además es reincidente; mi pobre profesora lleva así desde que la conozco.
Sin embargo, aquí, en Tianjin es más fácil que lo despidan por ser gay. Aunque habrá quien diga que ser homosexual en China ahora no es un problema. Aquí, en un lugar con una cultura tan diferente, es difícil sacar conclusiones certeras, porque cuando preguntas obtienes opiniones contrapuestas para casi todo sobre lo que se puede opinar. Aunque bueno, imagino que esto pasa en cualquier parte del mundo.
Anuncio de Tony Studio, una famosa peluquería
de este país en el que Tony pone morritos
mientras se  corta el pelo a si mismo.

Volviendo al tema importante, cuando veo tamaña tropelía de peinado, sólo puedo pensar que en tiempos de Mao esto no pasaba. De verdad, no pasaba, al menos durante la Revolución Cultural (1966 hasta 1976) e incluso hasta algo después 1978, porque la Guardia Roja además de perseguir intelectuales, realizar purgas, crear campos de reeducación en aldeas remotas y quemar libros sacó tiempo para prohibir la permanente. Desde entonces para poder sortear la interdicción había que tramitar un permiso presentando documento que diera cuenta de la necesidad de tan favorecedor estilismo para el desempeño del trabajo firmado por el jefe. Y luego, permiso en mano, te tenías que ir al grupo de salones de belleza Silian Meifa en la calle Wangfujing de Beijing- esa que hoy en día es tan famosa y vende los pinchos morunos de insectos- que era el único lugar que ofrecía ese servicio en el país, a que te ondularan: “Hola buenas, vengo a que me hagan eso de los rizos. Es muy importante para el correcto desempeño de mi trabajo: poner inyecciones y controlar el goteo del suero.” Es que el único trabajo para el que creo que haría falta tener permanente es para ser imitador profesional de Slash.
Aunque en realidad, en la práctica imagino que la mayoría no sabría siquiera que existía un tratamiento para hacer rizos, y si se sabía quizá fuera motivo para ser enviado a un centro de reeducación, por si acaso, que se empieza con un rizo y una puede acabar leyendo a Solzhenitsyn. Pero bueno, quizá haya que poner las cosas en perspectiva, porque puede que la imposibilidad de ponerse pelos de leona no fuera una preocupación acuciante para las chinas en una época convulsa con el miedo y hambre todavía rampando. Probablemente fueran cuatro chinas bien posicionadas con vínculos y buenas relaciones con el Partido las que se hicieran el peinado previa obtención del certificado al más puro estilo español: enchufe y fraude.

Fechoría textil: chaleco de peluche con colita y orejas.
En cualquier caso, por favor, me gustaría pedir desde esta plataforma de amplia difusión- mamá yo sé que tú sí me lees- que se reinstaure esa norma y que alguien controle lo que las chinas hacen con su pelo,  y ya de paso que también pongan límites a la manera de combinar la ropa: leopardo, puntillas, franela y flecos no deberían ir juntos nunca y menos en rosa.  ¡Y es que hay algunas que se ponen colita y orejas en sus modelitos!


Bueno, y una vez hecho este llamamiento, os dejo y me voy a ver si me tiño el pelo de lila, que creo que es lo que mejor queda con mis zapatillas de deporte de encaje.

Autora: La col-china.

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