Se coge a los amigos y, con la excusa de
hacer un maravilloso viaje por la China profunda, se les mete en la Provincia
de Gansu.
Para que no sospechen, se les llenan los
oídos de lugares evocadores como las montañas de colores de Zhangye, el Oasis
del Valle Creciente o el Monasterio de Budismo Tibetano de Labrang en Xiahe.
Se les da de comer, cenar e incluso desayunar muchos pinchos morunos picantones de puestos callejeros de apariencia
claramente insalubre. Se continúa con esta dieta y se añade cerveza bien calentita
hasta que alguno caiga enfermo. El éxito está garantizado.
Yo probé a hacerlo el verano de 2014 y,
oye, pasamos un viaje la mar de emocionante. Y si no que se lo pregunten a
nuestro amigo, el que cayó enfermo, al que denominaremos el Señor del Baño,
para mantener su anonimato (rechaza toda fama y gloria, es muy modesto él)
porque tuvo la suerte de hacerlo suyo de manera recalcitrante en un breve lapso
de 12 horas. Su reinado fue efímero, pero será recordado siempre en nuestros
corazones.
Aunque la toma de posesión se estuvo
gestando durante días, la ocupación efectiva del trono tuvo lugar finalmente entrada
la noche en la ciudad de Zhangye, a la que Marco Polo denominó Campichu, y en la
cual, dato divertido este, no hay ningún hospital internacional. Por suerte, al
menos sí había uno local a tres minutos del hotel andando. Cuando por la mañana
descubrimos lo acaecido, a pesar de la corta distancia llamamos a un taxi
porque El Señor presentaba un color moradete que daba miedo. Una vez allí, se
me designó intérprete por defecto. Por “defecto” de las drogas que debían de
haber consumido los demás, porque si no, no se explica. El caso es que mientras
el resto esperaba en los pasillos yo acompañé al Señor del Baño a la zona de
recepción para dar todos los datos chapurreando un mandarín penoso.
- ¿Nombre?
- Señor del Baño.
- ¿Eh?
- Señor del Baño: ese, e, eñe, o…
- Escribe
Dawei (Dave, en chino, es un nombre muy típico de extranjero en China) -
interrumpió una enfermera que se había acercado al ver a dos especímenes
occidentales fuera de su hábitat natural.
- ¡Nooooo,
por favor! – Protesté yo- Nos va a hacer falta que figure su nombre por el tema
del seguro*.
- Pero
es que no sé cómo poner el teclado internacional, solo puedo escribir
caracteres chinos- se excusó la mujer
- Espera,
yo sí que sé -dijo otra de las chicas de recepción.
Tras cumplimentar la ficha, la enfermera
curiosa nos llevó de un lado para otro, para pagar facturas y conseguir
volantes, mostrando una sonrisa de oreja a oreja y aclarando a todos aquellos
con los que se topaba que nos estaba acompañando porque como no hablábamos
chino no nos enterábamos de nada.
Cuando, finalmente, nos pasaron a consulta
allí había dos médicos, a uno de ellos
le dio por fumar mientras nos atendía y el otro, que parecía más profesional,
de pronto sacó el móvil de su bolsillo y decidió hacerse un selfie con
nosotros, imagino que lo publicaría en el equivalente al Facebook chino y lo
titularía “occidental verde agonizando y traductora inútil azorada”. Poco
después, una enfermera cuya hija sabía inglés insistió en llamarla, yo pensaba
que era por aquello de ayudar a traducir, pero no, era para practicar. La hija
se personó minutos después, pero como le daba vergüenza se quedó muda mientras
la madre le instaba a decir algo. Y al mismo tiempo las preguntas sobre
cuestiones íntimas relativas a movimientos estomacales se sucedían. ¿Cuántas
veces has ido al baño?, ¿Puedes indicar la textura? Todo muy cómodo.
Después, una vez pasado el trance, nos
recetaron varios medicamentos y al Señor le entregaron dos vasitos, tamaño
dedal de plástico, sin tapa, con sendas espatulitas para que los rellenara con
generosidad y después les hiciera entrega de los mismos. Para facilitar la
labor nos indicaron dónde estaban los urinarios tipo placa turca, aunque no
hacía falta, era fácil seguir el rastro de olor. Eso sí, aunque estaban sucios
cual poza séptica, cumplían con la legalidad de no contener más de tres moscas por metro cuadrado en su interior.
El problema fue que aunque no hay nada que
produzca más gozo que decir: "Toma, ahí os dejo mi regalito” la visión y aroma
de los escusados tuvieron un efecto sanador automático en el Señor del baño. Y,
con pena, nuestros amigos y yo asistimos al ocaso del reinado de nuestro noble
caballero en tierras de Campichu.
Autora: La Col China.
*Cuando me traduzco resulto muy clara, pero en realidad así es como sonaba: “Zer nsesario falta
figurar nombre por seguro”
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