Sábado
Hoy también se trabaja. Hay noodles para desayunar, pero solo como
pickles y huevo, y un trozo de pan, por cambiar. Dieta equilibrada. Sigue
queriéndome doler la cabeza, y me tomo una aspirina que me ha dado uno de los
compañeros, una ingeniera que ha venido para apoyar a uno de ellos en la
traducción al inglés, pero que no entiende nunca nada, pero tiene mucha
imaginación y siempre interpreta algo completamente diferente a lo que le has
dicho. Es todo tesón y sonrisas, y la verdad es que no tiene que ser muy cómodo
estar rodeada de hombres en un campamento en medio de la sabana durante días.
Lo cierto es que también hay otras mujeres, pero básicamente son camareras o
limpiadoras locales, que se mueven despacio y con gesto adusto, excepto cuando
se ponen música y cantan. Solemos comer y cenar Mr. J y yo junto con los jefes
del cliente en un salón aparte, lo que me hace sentir bastante mal. Hoy he
desayunado en el comedor común, con los dos cuencos y los palillos que te dan
al llegar (que probablemente han sido usados por la misma persona con
potenciales hábitos antihigiénicos de las chancletas, y quizás con las mismas
extremidades de su cuerpo), por vergüenza torera. En ese salón aparte siempre
está una camarera, que imagino que coloca los platos antes de que lleguemos,
sentada esperando. Siempre en la misma silla unos metros más allá. Siempre
mirando en nuestra dirección pero sin vernos, con las manos apoyadas en las
rodillas. Con su peinado extravagante y puntiagudo, como la nube de cenizas de
un volcán negro. Quieta e impertérrita durante toda la comida, excepto si
alguien saca un cigarrillo, momento en el que se levanta, saca un par de
ceniceros, y vuelve a su sitio. A veces Mr. J, después de comer o cenar, se
queda sentado en una mecedora que hay fuera de la cantina junto a algunas de
las camareras a charlar en el típico inglés roto con su sonrisilla de ratón. Seguro
que es algo totalmente inocente e inocuo, pero yo solo puedo pensar en que en
la baño de la oficina hay una armarito que pone “Condoms for Men” en un papel
escrito a mano pegado con celo en la puerta.
La reunión de la mañana es una nueva pérdida de tiempo. Aprovecho para responder e-mails atrasados. Llamo a mi mujer para compartir mi preocupación por el dolor de cabeza, y le cuento que estoy pensando que puede ser por síndrome de abstinencia del café, y ella está de acuerdo. Me dice que intente buscar café pero le respondo que me da miedo tomar y que no se me pase. La clásica lógica absurda del hipocondriaco. Salimos a cenar y vuelvo a dudar si calzarme los pantalones cortos y correr, pero ya sabemos a estas alturas como funciona mi cabeza. Mañana iremos a un mercado y a un parque natural que está aquí cerca. Mr. J me dice que igual podemos ver elefantes y jirafas, y los temidos hipopótamos. No sabe el nombre en inglés de ninguno de ellos, pero es fácil interpretar la descripción. Le vuelvo a intentar enseñar a decir hippopotamus, pero le salen cosas parecidas a pilutamos, hipulos, etc (lo mismo que me pasa a mí cuando intento pronunciar muebles de Ikea). No sé si habrá tigres* en el parque, pero si los hubiera mejor quedarse lejos y no salir del coche, con el incidente de hace unos pocos meses en China y las imágenes aún vivas en la mente.
Antes de dormir, sigo mi ritual, el equivalente a arrodillarse en
la cama y rezarle al niño Jesús. Me desvisto, me rocío de antimosquitos, echo
insecticida en la puerta y la ventana pongo el móvil, el ordenador, el kindle,
la botella de agua, el antimosquitos y el mando del aire acondicionado sobre el colchón y cierro la mosquitera. Echo
una partida al Minimetro. Juego a conectar estaciones de grandes urbes
reducidas a un plano en blanco y azul, me imagino que los circulitos y
cuadraditos son personas, supongo que me reconforta.
* Hablando con mi padre por Skype me echa la bronca por poder
pensar que haya tigres en África. Hombre de asfalto, no dejan de ser gatos
grandes con peor despertar de la siesta.
Escritizado por: El col-chino
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